jueves, 14 de febrero de 2008

El mejor regalo de San Valentín...

...es haber vivido hasta hoy a tu lado...



Aunque hoy para mí ha sido que haya venido Valentín (el carpintero) para cambiarme los marcos de las puertas que puse hace un año y que se me habían agrietado porque no las barnizaron correctamente.

Coincidencia??? No lo creo...

Igualmente, os deseo un feliz San Valentín.

Enlace: Vagabundia

Esto es un 'Bote sinfónico'...


..aunque lo correcto es Bote sifónico...

...y nada tiene que ver con un Chifonier que es la forma correcta de decir lo que todo el mundo llama Sinfonier

martes, 12 de febrero de 2008

Crónica interna de la San Silvestre Vallecana

Hace un tiempo un colega me comentó que iba a publicar en una revista una crónica de como vivió la San Silvestre Vallecana desde dentro, totalmente subjetiva, y me ofrecí a publicarla también aquí. Ahora, después de que la he leído, me arrepiento de publicarla yo y no haberle incitado a que escriba él un blog pues creo que tiene talento para escribir y se nota las ganas de transmitir sensaciones. Aún así me da una enorme satisfacción haceros llegar esta crónica y espero que la disfrutéis como lo he hecho yo.

El corredor reconoce esa sensación, la ha sentido otras veces, no tan intensa, no tan fuerte como la primera vez que corría una popular, una carrera “importante”. Aquella noche ni siquiera era capaz de conciliar el sueño. Ahora es distinto, pero los nervios están ahí, y parecía que el día no llegaba. El corredor entra en el metro, ya vestido de corto, a su alrededor decenas de corredores le acompañan. Todos nos reconocemos como participes de algo grande que esta a punto de suceder. Caras de expectación, caras de alegría, nerviosismo y cierto punto de ansiedad, esa sensación que el corredor conoce y se recrea en ella porque ya la ha vivido, si…..solo terminará en el momento de que den la salida. Según avanzaba el metro con su deportiva carga, se ha sumado estación a estación una abigarrada muchedumbre en zapatillas y camisetas color naranja, muchos disfrazados para dejar constancia de la fiesta que están a punto de vivir. Sale del metro y aquello es una verbena, aún no anochece en Madrid, el termómetro marca ocho grados, pero la temperatura de miles de corazones esta muy por encima de ese registro. El corredor estira, mira el reloj, se impacienta, solo quedan cinco minutos para comenzar y el tiempo parece que anda con muletas. Han dado la salida, ¡por fin!, Vallecas espera, solo nos separan diez kilómetros. Se acaban los nervios, a buscar tu sitio, tu ritmo. Los primeros dos kilómetros y la bajada por la calle de Serrano, la gente animando, aplausos, euforia. El corredor, cuya naturaleza es transgresora, experimenta una íntima satisfacción, al poder saltarse en rojo los semáforos. Este inhóspito territorio de coches, indulta, a modo ya de tradición navideña, a miles de “locos” que cierran el año en sus calles. El corredor al sobrepasar el kilómetro cinco tiene buenas sensaciones, la respiración se ha acompasado, el cansancio no aparece, se siente bien. Tiempo de mirar el reloj y calcular la llegada. La puerta de Alcalá, mírala, le saluda. Paseo del Prado, Atocha, Avenida Ciudad de Barcelona…. El calor de la gente estimula el esfuerzo, la ciudad es nuestra y está preciosa. Al cruzar el puente que delimita el barrio de Vallecas, el griterío es ensordecedor, te corean como si de un partido de fútbol se tratase. El corredor encumbra la avenida de la Albufera, ya todo subida, kilómetro ocho, y siente que la carrera de verdad empieza ahora ¡menos mal que la gente anima! Tiene tiempo para pensar que ojalá el año que viene, pueda correr los últimos dos kilómetros al lado de alguien que le espere en ese punto, bueno, piensa ¡queda un año para convencerla! Entre el publico ha reconocido a unos amigos, mucha alegría, un beso muy breve y a seguir rápido, ahora no se puede bajar el ritmo. El corredor ha llegado a la meta, se siente ganador, al igual que todos, de participar en algo extraordinario. Nadie ha corrido contra nadie, corremos a favor de todo, no importa que cuando esa noche coma las uvas, duelan algo las piernas. Esta ciudad merece ser olímpica y entre todos lo vamos a demostrar. El corredor ha entregado el chip, esta sudando, le ofrecen una bebida isotónica, sonríe por fuera, sonríe dentro, tiene que apurarse. El coche está lejos, el termómetro marca seis grados, y un viento finísimo cruza despidiendo la última noche del año.

César Segura Conde