jueves, 22 de mayo de 2008

lunes, 12 de mayo de 2008

Isdiben o como sobrevivir a un suicidio

(clic para ampliar)

Probablemente seas del tipo de personas que se automedican o se tomen cualquier medicamento que le han recetado el medico de cabecera creyendo que nunca podría mandarnos algo contraproducente, pero algo muy importante que hay que hacer antes de tomar un medicamento es leer detenidamente el prospecto y considerar si puedes estar en algúno de los casos de riesgo al tomarlo o estar pendiente de los efectos secundarios que pueden ocasionar. Es evidente que el medico tiene nuestro historial de enfermedades en su ficha pero puede desconocer cosas de nuestra vida cotidiana que pueden interferir en un tratamiento.

Esta charla que os acabo de contar siempre la tengo en cuenta cuando comienzo a tomar alguna medicina y mucho más cuando ha habido algún facultativo que me ha avisado de que el medicamento que me acaba de recetar es "muy agresivo" y "debe ser sellado por un inspector" que en teoria debe revisar un analisis para comprobar que en realidad puedo someterme al tratamiento.

Esto me sucedio hace como un año, cuando empecé el tratamiento de unas pastillas para evitar que me saliese un acné (¡¡como si tuviese 18 años!!) pero en la espalda. Esas pastillas, como podeis ver en el prospecto, tiene unos efectos secundarios que echan atrás al más pintado entre los que hay que destacar EL SUICIDIO!!!. Y la verdad es que por poco no me ocasiona esos problemas...

Es un medicamento tan fuerte que reseca la piel, las fosas nasales, los ojos, la traquea, la boca... Esto provoca que se agrieten los labios, salgan heridas en la nariz, erupciones cutáneas... El simple roce de la ropa con la piel hace que escueza (secarse con una toalla ni te cuento); al bostezar se abría una nueva raja en el labio; despertarse con costras en la nariz que hay que quitarse con agua... En fin, una odisea.

Para finalizar quiero deciros que de momento a mi me ha funcionado y que esos granitos que me salían no han vuelto a aparecer.

Padre ejemplar


(clic para ver el vídeo [Youtube, 4:14])
Al cabo de los días recibimos cientos de correos electrónicos, nada como estar una semana sin encender el ordenador para constatarlo. Lo cierto es que, salvando contadísimas excepciones, la mayoría son esas intrascendentes cadenas estúpidas avisando de peligros sin fin si no las reenviamos de inmediato, otros directamente groseros, o lo que es peor, insoportables correos cursis, (bajo mi punto de vista denunciables judicialmente por exceso de almíbar).

El caso es que, cuando encuentro un mensaje como el que hallé el otro día, me reconcilio con mi ordenador, no maldigo el tiempo perdido viendo correos absurdos, y siento hermanarme con parte del genero humano, el cual daba por perdido.

Si amigos, este mensaje del que os hablo me conmovió.

Es seguro que en el deporte, más que en cualquier otra actividad humana, se concentran, tienen expresión, todos los valores positivos de nuestra especie, alguno negativo también, bien es cierto, pero estos suelen tener más que ver con su exhibición, con el comercio, o con su consumo mismo, no con su práctica.

La épica del esfuerzo, el duro trabajo en solitario, la mayor parte de las veces en competición directa con los límites de uno mismo. La disciplinada repetición mecánica; una vez, mil veces, diez mil veces, hasta alcanzar el giro, el salto, el perseguido gesto perfecto.

La concentración, la solidaridad, y después… saber digerir la alegría del triunfo, o la aceptación del fracaso.

Dick Hoyt, este es el nombre de un australiano de sesenta años, que hizo la proeza de terminar una especie de triatlón denominado Ironman (hombre de hierro) terrible prueba esta, que comienza al amanecer, y que consiste en nadar cuatro mil metros en las heladas aguas de un lago, a continuación hacer ciento ochenta kilómetros en bicicleta, y acabar corriendo una maratón de cuarenta y dos kilómetros más, ¿impresionante verdad? Ni que decir tiene que para terminar esta proeza, se requiere no solo una condición física impecable, no solo una preparación atlética fuera de lo común, además de ello la fortaleza mental es indispensable, fundamental.

Pero Dick no estaba solo, no, desde siempre tuvo la ilusión de poder competir con su hijo Rick, el cual llevaba toda la vida en silla de ruedas, debido a una parálisis cerebral de nacimiento, al parecer el cordón umbilical se enredo en su cuello y casi lo asfixia.

Este héroe, permíteme lector que le llame así, Dick Hoyt, arrastro en barca, con un arnés especial y la sola fuerza de sus brazadas, a su hijo durante el trayecto a nado. Después lo sentó en la parte delantera de la bicicleta, y pedaleo los ciento ochenta kilómetros, para seguidamente bajarse, bajarlo y montarle en una silla de ruedas, que empujo los cuarenta y dos kilómetros que coronaban la prueba.

Es muy emocionante ver el video de esta hazaña, ver este fabuloso esfuerzo convertido en un hermosísimo gesto de amor. Entren en you tube y pongan en el buscador “padre ejemplar” [video que encabeza este articulo] estoy seguro de que al terminar de verlo, se sentirán tan felices y tan emocionados como yo lo estuve.

César Segura Conde

Doy las gracias una vez más a César, el cual me mandó una vez su crónica de la San Silvestre y que ahora me descubre, con este artículo que escribió a un periódico local, una proeza que desconocía. Comentándolo el otro día con él buscábamos una palabra que definiese esto y creo que los dos coincidimos con Sobrehumano.

Me he estado documentando un poquito más y por lo visto este padre y su hijo tienen formado un equipo (Team Hoyt) y han participado en bastantes competiciones y siempre juntos.